ahora si que si....



Ahora mismo cruzamos el golfo de aden, miro hacia abajo y no veo piratas, solo puntitos  luminosos en un abismo negro....

Tras dejar atras la vieja y desgastada europa con todo su este oeste  y ese mar tan sumamente mediterraneo, sobrevolamos la peninsula arabiga y vislumbramos asia.


Es muy tranquilizador saber que si tuviesemos una averia ahora, el aterrizaje forzoso nos podria dejar en irak o afganistan, eso suponiendo que lleguemos a tierra y no nos dejemos los dientes en el indico, aún asi reconozco que disfruto como un enano la sensación de explorador que me acompaña.

Ya en Doha (escala tecnica) el calor se hizo presente y nos miramos unos a otros como no queriendo tocar el tema, pero nos despojamos de nuestros disfraces de serios cuidadanos de la union europea, para cojer esa pinta de turista despistado, cuya chancla y pantalon corto contrastan una barbaridad con la impoluta planta de estos cataries tan elegantes.

La proxima vez que me  leas, ya mi pituitaria estara impregnada de los olores de bangkok y dejandolo atras, volaremos a udon thani (si, claro que aparece en google maps), para cruzar el puente de la amistad thai lao, que es la frontera natural y llegar a vientian (viang than en laosiano) y alli trataremos de superar nuestro jetlag.....







แล้ว เจอ กัน เร็ว ๆ นี้          o lo que es lo mismo hasta pronto en thai

¡¡sabaideeen!! con un tono cantarin y las palmas de las manos enfrente la cara es como saludamos en laos

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+ de 24h de aviones y aeropuertos nos comtemplan

Ahora que se acerca el momento, veo que hasta los deseos mas impensables se pueden cumplir, hoy ultimo dia de condena he disfrutado de las luz fluorescente como nunca antes, me despido de tantas cosas....

Porque este que se va, no vuelve....

El viaje nos transforma, es una experiencia donde abres los ojos y miras, donde coges aire y respiras y todos esos gestos que por pequeños, por cotidianos no se dejan ver, entre "las cosas importantes de la vida".

Es la primera vez que pisamos Asia y estoy deseando saber a que huele, como sabe y que sonidos nos acompañaran. Espero olvidar el ruido de fondo de las cuidades y redescubrir la naturaleza, siiiiiiiii!!!!  no la ois........  es la llamada de la selva, una selva humeda y tropical, un contraste tan brutal con nuestro bosque atlantico, nuestro pequeño mundo y tan exhuberante y llena de vida...

Me gustaria capturar la esencia de este recorrido para que lo podais disfutar con nosotros y poder dibujar con palabras la atmosfera que  nos envuelve, espero no ser el unico  y sobre todo animar a todo el que se lo proponga a que desee con tanta fuerza que  al final, se encuentre como yo, al otro lado del deseo contando como transcurre y sobre todo como decia nuestro gran andrés montes que

"LA VIDA PUEDE SER MARAVILLOSA"

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ARTICULOS E INFORMACIÓN DE INTERÉS

Laos se ha convertido definitivamente en un destino indispensable para los viajeros que, cada vez más, quedan hechizados por el sureste asiático. La cultura, parajes naturales y pasado histórico de este pequeño país, se han convertido en un poderoso imán turístico. EL VIAJERO se adentra en una ruta por los lugares más atractivos de Laos, con el objetivo de disfrutar al máximo del encanto de su verde geografía, recorrida por el omnipresente río Mekong.

La capital de Laos, Vientiane, una pequeña ciudad construida bajo la influencia colonial francesa a orillas del Mekong, es el punto de partida. Se hace indispensable conocer sus wats (templos budistas) como el de Si Saket, el Xieng Khuan o el Wat Ho Phra Keo, este último transformado hoy en un museo religioso. Además hay que visitar el Museo Nacional, donde se encuentra la antigua imagen de Buda, Pra Bang, entre otras herencias culturales de la ciudad.

Cerca de Vientiane se encuentra Vang Vieng. Entre el verde espesor selvático de sus alrededores se pueden realizar diferentes actividades al aire libre como trekking y rafting, o tirarse por una tirolina. Este pequeño pueblo está rodeado de grutas por explorar como Hoi, Xang i Pha Thao. Este grupo de cuevas se encuentra a 13 kilómetros del pueblo, pero no son las únicas. También destaca Tham Hoi con unos 20 kilómetros de túneles naturales, usadas como refugio por los habitantes de la zona durante los bombardeos de la guerra de Vietnam.

Tham Xang es conocida por el gran buda que esconde en su interior, y Tham Thao, incrustada en un cerrado desfiladero, cuenta con varias salas de estalactitas y estalagmitas que conforman uno de los principales reclamos de esta localidad, junto a las cascadas de Kaeng Yui: un espectacular salto de agua con 30 metros de caída.

Otra de las ciudades más turísticas, aunque no demasiado concurrida, es Luang Prabang, situada entre el Mekong y el Nam Kahn. Esta ciudad repleta de antiguos templos, ruinas y hermosos paisajes, acumula múltiples puntos de interés: el Museo Nacional, el Antiguo Palacio Real o el monasterio de Wat Xieng Thong. Pero también las cuevas de Pak Ou, llenas de estatuas de Buda y de esculturas talladas en sus paredes de piedra y las bellas cascadas de Kuang Si, en las que el viajero podrá disfrutar de un refrigerante baño.

Jarros milenarios
A 400 kilómetros de Vientiane se halla la provincia de Xieng Khuag y su peculiar Llanura de los Jarros, una acumulación de magníficos y contundentes cántaros esculpidos en la roca con más de 3000 años de antigüedad. Quizá por ello encontramos en las cercanías la Muong Kham, una fuente termal a la que se atribuyen beneficios curativos. En el cercano pueblo de Hmong, los viajeros pueden además conocer diferentes actividades tradicionales de la zona, y los domingos del llamativo mercado local.

Al sur de la capital, la ciudad de Savannakhet, de gran importancia portuaria y mercantil, cuenta con el Wat Ighang, uno de los centros religiosos más importantes del país. Y en las proximidades se encuentra la también interesante Sala de Exhibiciones de Dinosaurios, en Khanthabuly.

Otro destino imprescindible es Champasack, ya en la frontera con Tailandia y de nuevo a orillas del río Mekong. No hay que perderse espacios como el Wat Amath, que guarda tesoros de la Edad de Piedra, el magnífico complejo de templos Wat Phou, levantados entre los siglos VI y XII, ni las ruinas de Khmer, las más grandes de Laos. Para rematar, hay que mojarse en las aguas del Mekong, y en Si Phan Do (Cuatro mil islas) lo podremos hacer de formas muy activa, pues esta parte del río está repleta de rápidos y cataratas como la de Liphi, en Don Khon, la mayor de las islas.

Para facilitar el periplo de los viajeros por esta extensa zona de Laos, la propuesta se completa con un buen puñado de alojamientos donde descansar entre jornada y jornada.

- Settha Palace (Pang Kham,6. Vientiane): En el corazón de la capital, este gran hotel ha sido decorado hasta el más mínimo detalle para trasladar al viajero a la belle époque de tiempos coloniales. Además, uno de sus restaurantes toma el mismo nombre. Este lujoso centro de descanso acumula comodidades como piscina, jacuzzi o un servicio de limusinas. http://www.setthapalace.com/

- Lao Plaza (Samsenethai Road, 63. Vientiane): El lugar perfecto para relajarse y desconectar ya sea en su centro de salud y su gimnasio que cuentan con jacuzzi, sauna, spa, piscina interior y servicio de masajes. Destaca la extensa variedad de la carta de su restaurante, que abarca desde comida laosiana hasta japonesa, china y francesa. http://www.laoplazahotel.com/

- La Residence Pahou Vao (Luang Prabang): Situado a 4 kilómetros del aeropuerto y a 10 minutos del centro de la ciudad, este hotel ofrece todo tipo de comodidades dentro de un entorno natural espectacular. El lugar perfecto para relajarse, ya sea en su spa o en sus lujosas habitaciones, con vistas al jardín y a la montaña. http://www.residencephouvao.com/web/plua/espanol-hotel-la-residence-phou-vao.jsp

- Maison Souvannaphoum (Rue Chao Fa Ngum, Luang Prabang): Este lujoso hotel en pleno centro de Luang Prabang, cuenta con piscina y un gran restaurant, en el que arriegar con la comida local, o bien darle un descanso al organismo con platos más internacionales. http://www.angsana.com/EN/Properties/Maison-Souvannaphoum

Laos, hasta no hace mucho uno de últimos remansos de paz en Asia y baluarte de la tradición oriental, sucumbe ante las hordas de turistas para transformarse en otro escaparate de una región en desarrollo.

Las oleadas de jóvenes con mochila y la proliferación de albergues y restaurantes están cambiando la fisonomía y atmósfera de la milenaria ciudad de Luang Prabang, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en 1995.

Asentada desde hace 700 años en un meandro del río Mekong al norte del país, esta localidad, que dicen salvaguardó el "espíritu" de Laos, alberga más de 30 monasterios budistas y decenas de edificios de estilo colonial construidos durante la ocupación francesa (1880-1954).
Las agencias de viajes han convertido en un reclamo turístico el ritual que cientos de monjes efectúan todas las mañanas cuando recorren las calles para recoger las donaciones de los feligreses, quienes, con su ofrenda, realizan méritos ante Buda.

En las cercanías de un templo, una hilera de solemnes monjes ataviados con túnicas color azafrán son abordados por decenas de flashes de las cámaras que portan turistas, quienes en su afán por una buena instantánea casi provocan que los religiosos caigan de bruces sobre el suelo.
"Los turistas deberían actuar con mayor respeto y tacto cuando presencian la colecta de alimentos, aunque para nosotros tampoco representa un gran agravio", afirma un joven monje, haciendo gala de la santa paciencia budista. Paradójicamente, muchos novicios aprovechan su retiro espiritual para aprender el inglés y, al finalizar su periodo de noviciado, se hacen guías turísticos.

Falta de respeto
A pesar de los carteles repartidos por toda la ciudad en los que aleccionan sobre cómo comportarse, los visitantes extranjeros, en su mayoría mochileros, se empeñan en invadir el espacio de los monjes y hasta se unen de forma insolente al ritual, cometiendo así lo que está considerado una grave falta de respeto por la religión.

Después de tres décadas de aislamiento a causa del conflicto en Indochina y la llamada guerra fría, el régimen comunista de Laos comenzó a abrir su economía al exterior en los años ochenta. Desde entonces, el turismo se ha abierto paso hasta convertirse en una de sus principales fuentes de ingresos.

Laos recibió el año pasado más de 1,5 millones de viajeros, lo que supuso un crecimiento del 9% con relación a 2007, y el sector generó ingresos equivalentes al 34% de su Producto Interior Bruto (PIB).

Luang Prabang, la antigua capital del Reino de Laos, fue visitada en 1995 por varios miles de turistas, pero en la actualidad aloja cada año a más de 300.000 extranjeros, una cifra que triplica la de residentes.

"El problema es que Luang Prabang no es sólo una ciudad con edificios y templos antiguos, sino que debe su carácter a un ritmo de vida especial, ahora amenazado por el turismo", señala Noy Salisaphone, empleado de una agencia de viajes.

Nuevos puestos de trabajo
Pero también los detractores de la masificación del turismo, admiten que este fenómeno ha creado puestos de trabajo y nuevas oportunidades para las minorías étnicas del país, cuyos poblados están incluidos en los itinerarios turísticos.

En las aldeas de las tribus hmong y khamu, próximas a Luang Prabang, los turistas se meten en las sencillas cabañas sin reparar en sus ocupantes que, aparentemente acostumbrados a la intromisión, se desperezan en las hamacas que cuelgan sobre el suelo de tierra. Los niños desgreñados corretean por la aldea, mientras los adultos cumplen sus tareas domésticas demostrando indiferencia hacia los visitantes.

"El Gobierno nos regala arroz a cambio de dos visitas a la semana de extranjeros. No nos importa que vengan a hacernos fotos", aseguró el hmong Chacheng Thor, de 39 años y padre de siete hijos.

El turismo ha llegado a las zonas más remotas de la otrora aislada Laos. En el futuro próximo, venderán pulseras y pañuelos, como hacen otras minorías en las vecinas Vietnam o Tailandia.
Xavier Moret (1952) es autor de A la sombra del baobab : viaje en busca de las raíces de África (Península, 2006).

Hay países que parecen dejados de la mano de Dios y que raramente se asoman a las noticias. Laos podría ser uno de ellos. Ostenta el triste récord de ser el décimo país del mundo en cuanto a pobreza, y su relación con España se reduce a una confusa historia de fuga y detención que tuvo como protagonista al ex director de la Guardia Civil Luis Roldán. Laos, sin embargo, es más, mucho más. Es, por ejemplo, el esplendor de los templos de Luang Prabang, la belleza callada de Vientiane y la soledad de la región de las cuatro mil islas. Laos se merece, sin duda, un viaje de arriba abajo, siempre siguiendo el curso del misterioso río Mekong.

Mi viaje empezó, de hecho, en el norte de Tailandia, concretamente en Chiang Saen, una población regada por las aguas del Mekong en la que los turistas se hacen fotos junto a carteles que indican que están en el Triángulo de Oro, una zona cercana a la frontera con Birmania y Laos marcada por tráficos y peligros de todo tipo. Desde allí es fácil llegar hasta Chiang Khong en un pick up adaptado para el transporte público en el que vas enlatado como una sardina y dando botes como un canguro.

HUAY XAI
Una vez en Chiang Khong, lo único que tienes que hacer es cruzar el río y registrarte en el puesto fronterizo de Huay Xai, ya en el lado laosiano. Eso sí, es prudente llegar antes de las cuatro y media; de lo contrario, el oficial al mando te advertirá de que pasada esta hora tienes que pagar una multa por retraso. Confieso que a mí me tocó pagar la multa, aunque el montante es tan sólo de un dólar.

Una vez en Huay Xai, lo único que hay que hacer es apalabrar un barco que te lleve al día siguiente hacia Luang Prabang y elegir una de las múltiples pensiones que buscan hacer el agosto con los turistas ávidos de Mekong. El resto es fácil: basta con sentarse en una terraza junto al río, pedir una cerveza (Beerlao es la marca local) y contemplar cómo, tras la puesta de sol, la oscuridad se apodera tanto del lado tailandés como del laosiano y convierte el río en un espejo mortecino.

Laos es un país marcado por el Mekong, el río que durante 820 kilómetros marca la frontera con Tailandia. Después de su azaroso curso desde las montañas del Tíbet, donde nace, y por territorio de China, el río es navegable en buena parte de Laos, lo que le convierte en una excelente vía de comunicación y en un no menos apreciado fertilizador de las tierras que atraviesa.

PAK BENG
El muelle de Huay Xai, del que parten los barcos que descienden en dos días hasta Luang Prabang, registra a primera hora una actividad frenética, con grupos de mochileros ávidos de aventura, montones de cajas de cervezas vacías que viajan hacia el sur para ser cambiadas por botellas llenas y una multitud local cargada con paquetes de todo tipo. Antes de partir, una mujer coloca unas flores y unas barritas de incienso en un jarrón dispuesto en la proa de la embarcación y reza unas oraciones para que la travesía discurra sin problemas. Que así sea.

El Mekong se muestra desde el primer momento como un río ancho y caudaloso, con un paisaje compuesto por una suave sucesión de colinas, algunas curvas y unos pocos rápidos. Hay escasas aldeas en esta primera parte del viaje, aunque de vez en cuando surge un grupo de pescadores que lanzan sus redes, o una lancha rápida, con turistas equipados con casco y chaleco salvavidas, que apuesta por la velocidad por encima de todo. Al atardecer, cuando se encienden las luces a ambos lados del río, se comprueba el diferente nivel de vida de la orilla tailandesa, mucho más iluminada que la laosiana.

La primera noche, el barco se detiene en Pak Beng, un pueblo cuyo único mérito es el de estar a medio camino de Luang Prabang. Al día siguiente, la travesía continúa hacia Luang Prabang por un río cada vez más ancho y más poblado. Las aldeas, formadas por casas de madera sobre pilotes, menudean cada vez más, así como los pescadores y el tráfico de barcazas. Antes de llegar a la gran ciudad, la cueva de los siete mil budas, situada en la orilla derecha del río, se ofrece como una tentación misteriosa.

LUANG PRABANG
La llegada a Luang Prabang, situada en el punto donde el Mekong se une con el río Nam Khan, es un momento mágico. El esplendor del lugar, que surge como una aparición, se intuye por las cúpulas de las estupas que asoman por encima de las palmeras y por los tejados de los palacios y de las casas coloniales. Hay que ir a Luang Prabang, sin duda una ciudad con encanto y muy bien conservada que se abrió al turismo en 1989. Vale la pena, a pesar de los demasiados turistas y a pesar de los demasiados vendedores. La subida a la colina de Phu Si permite contemplar la situación privilegiada de la ciudad, en la confluencia de dos ríos y marcada por las montañas que la rodean y por una vegetación exuberante.

Deambular entre los templos, por el mercado o por sus callejones es una sensación única, realzada a primera hora por la procesión de los monjes que recorren la ciudad en busca de limosnas, casi siempre en forma de arroz. El desfile de las túnicas naranjas es un maravilloso contraste con la luz apagada del alba y con la belleza barroca de algunos templos.
Luang Prabang es un buen lugar para detenerse unos cuantos días, pero al final se impone la certeza de que el viaje debe continuar, siempre hacia el sur, aunque esta vez en autobús. Las primeras horas del recorrido son un ejercicio de paciencia a través de una zona montañosa poblada hace años por bandidos, pero al cabo de nueve horas de viaje surge la contundencia de la populosa capital del país.

VIENTIANE
Esta ciudad no tiene aparentemente nada, pero es uno de esos destinos especiales en los que uno se siente a gusto de inmediato. Los monumentos son escasos, pero la amabilidad de las gentes, la viveza del mercado, la noche movida, las reducidas dimensiones y la disponibilidad de los tuk tuks (triciclos habilitados como taxis) hacen que todo resulte fácil en Vientiane. Además tiene el Mekong, ese río fiel que se ensancha a su paso por la ciudad y que exhibe en su orilla numerosos bares y restaurantes. Una cena junto al Mekong es algo obligado, y barato, en Vientiane.
Mientras se saborea una Beerlao en un chiringuito cualquiera, uno puede entretenerse con los juegos de luz del crepúsculo o con la contemplación de unos esforzados ciudadanos que se someten a la clase colectiva de aeróbic o a un masaje regenerador.

Savannakhet, población apacible, situada quinientos kilómetros al sur de Vientiane (unas ocho horas en autobús), cuenta con unos cuantos hoteles que parecen surgidos de otra época y con el siempre fiel Mekong, que cada vez se hace más ancho en su ruta hacia el sur. Aquí hay pocos turistas y un ritmo de vida agradable, con gente acogedora y pensiones como la Samayung Khun Guest House, en la que se puede acabar el día cantando canciones melancólicas junto con la joven pareja que regenta el hotel.

LAS 4.000 ISLAS
Hacia el sur, Paksé queda a unas cinco horas en autobús, aunque llega un momento en que las distancias dejan de importar. Al fin y al cabo, uno se distrae observando a los cargados compañeros de viaje, o el monje silencioso que se sienta en el asiento contiguo, o los vendedores que ofrecen todo tipo de comida en cada una de las paradas. Todo fluye a buen ritmo, como el Mekong. Aunque Paksé no sea una ciudad muy interesante, no hay que preocuparse: 130 kilómetros más al sur, a dos horas de viaje, está Don Khong, un pueblo en una isla que es un excelente punto de partida para explorar la región de las cuatro mil islas. Aquí el Mekong, la madre de todas las aguas, se bifurca en mil brazos y crea un paraíso compuesto de numerosas islas y de cascadas de gran belleza. Los delfines del río, una curiosa especie protegida, asoman sus lomos de vez en cuando para contentar a los turistas, mientras todo se cubre de una enorme calma.

Un poco más al sur, a menos de una hora en tuk tuk, está la frontera con Camboya, que el Mekong atraviesa con indiferencia, rumbo a Phnom Penh, la capital del país. Mucho más allá llegará a Vietnam, donde desembocará en el mar después de formar un ancho delta. Pero ése ya es otro viaje.
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GUÍA PRÁCTICA
Datos básicos- Población: unos seis millones de habitantes.- Superficie: 236.800 kilómetros cuadrados.- Prefijo telefónico: 00 856.Cómo llegar- La mayorista Nobeltours (www.nobeltours.com) ofrece un paquete llamado Paisajes de Laos: 11 días siguiendo el curso del Mekong. Visitas y estancia en Luang Prabang, Vientiane y la zona de las 4.000 islas. A partir de 1.799 euros por persona. El precio incluye billetes, alojamiento con pensión completa, traslados y guía de habla castellana. Catai Tours (www.catai.es) ofrece un paquete, Triángulo de Oro y países del Mekong, que incluye Tailandia y, en Laos, visitas a Vientiane, Luang Prabang y Pak Ou. Entre 12 y 15 días, a partir de 1841 euros por persona. El precio incluye billetes, alojamiento con desayuno, traslados y guía.- www.visit-laos.com.

Naturaleza bien conservada y ciudades ricas en templos budistas y arquitectura colonial son sus principales atractivos. Pero también las cuevas, los jarrones megalíticos y el legado de los jemeres.

Ni playas exóticas, ni monumentos famosos, ni actividad nocturna. Ni, por ahora, hordas de ruidosos turistas. ¿Puede prescindir de todo eso? Entonces quizá le interese conocer Laos, país de verdes colinas brumosas que parecen sacadas de una pintura china, en el que los edificios coloniales franceses compiten en finura con los templos budistas.

Con Vietnam incorporado a las rutas de los grandes operadores turísticos, y Camboya a punto de ser invadida por éstos, la llamada Tierra del Millón de Elefantes es el último gran secreto del sureste asiático. A causa de la guerra de Indochina, y del aislamiento del régimen comunista posterior, ha vivido de espaldas al desarrollo hasta hace bien poco. Lo que ha tenido un lado negativo -la mayoría de la población es pobre-, pero también uno positivo: la naturaleza es de las mejor conservadas del planeta, y pueblos y ciudades no han sido arrasados por la fiebre del ladrillo.

La implantación de la economía de mercado desde 1989 y la apertura al turismo en la actual década no han transformado en exceso los hábitos de los laosianos, pueblo reposado donde los haya. Salvo por los cibercafés, hoteles y tiendas que lentamente han ido surgiendo en los lugares más visitados por extranjeros, ir a Laos es poner un pie fuera del siglo XXI, en un lugar donde la gente no grita, los autobuses tardan nueve horas en trayectos de 150 kilómetros y las gallinas picotean por las ciudades.

Luang Prabang
Declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco, la antigua capital del país es la ciudad mejor conservada de todo el sureste asiático. Entre sus atractivos destacan un emplazamiento entre montañas selváticas y el río Mekong, una arquitectura colonial casi intacta y 32 maravillosos templos budistas capaces de agotar al más devoto.

En Luang Prabang se respira un ambiente de paz: las aglomeraciones y los atascos no existen, palmeras y otras plantas crecen por doquier, y el paisaje humano de monjes budistas y niños yendo a la escuela raya en lo idílico. Ahora bien, la ciudad posee suficiente vida como para no resultar aburrida. La oferta de hoteles con encanto y restaurantes de comida lao, china o francesa es amplia y de calidad; las tiendas de sedas, antigüedades y artesanía atraen al más alérgico a las compras. Los mercados callejeros, sobre todo el nocturno, prueban que los laosianos son tranquilos, pero resueltos. Además de regatear, en medio de su efervescencia comercial se puede cenar por menos de un euro, y tan bien como en un restaurante. Las sopas resultan deliciosas, y los rollitos primavera, una exquisitez. Entre los templos, el Wat Xieng Thong, de 1560, es posiblemente el más bonito de Laos.

Vang Vieng
El viaje en autobús entre Luang Prabang y Vientiane puede ser toda una experiencia, pero mejor hacerlo en dos tramos parando en Vang Vieng. Punto de encuentro de mochileros de Europa y Australia, lo mejor de este pueblo es su espectacular situación a orillas del río, y su ambiente relajado, que mezcla de forma un tanto extraña lo rural y lo internacional.

Tampoco carecen de atractivo las numerosas cuevas de los alrededores. La más cercana, Tham Jang, está semidestruida por una insensata remodelación que la ha llenado de focos y suelos de cemento, pero quedan otras menos maltratadas para las que es fácil contratar excursiones baratas en el centro del pueblo. Vang Vieng es un imán para espeleólogos y escaladores, pero también para los aficionados al opio, la droga más popular de Laos. Bastantes extranjeros han sido detenidos, multados y expulsados del país por consumir esta sustancia, por lo que cualquier incursión en este terreno puede resultar peligrosa.

Vientiane
La capital de Laos es para muchos viajeros el primer contacto con el país, y no es extraño que más de uno quiera salir corriendo. Salvo para apasionados de la arquitectura soviética en su versión tercermundista, las calles de Vientiane le inspirarán todo el gris aburrimiento de un plan quinquenal. Sin embargo, merece la pena dedicarle al menos un día por dos motivos: es lo más parecido en Laos a una gran ciudad en cuanto a tiendas, bares y restaurantes, y allí se enclavan dos templos interesantes, Pha That Luang y Wat Si Saket.

La Llanura de los Cántaros
El misterio rodea esta enorme llanura, sobre la que se encuentran desperdigados unos 300 cántaros o jarrones megalíticos de entre 1 y 2,5 metros de alto y hasta 600 toneladas de peso. Se cree que tienen unos 2.000 años de antigüedad y que sirvieron como urnas funerarias. Sin embargo, la piedra con la que están hechos no proviene de los alrededores, y los objetos que se encontraron carecen de relación alguna con otras culturas antiguas de Indochina.

La zona posee además cierto interés histórico-bélico, pues aún conserva vestigios de los bombardeos de la guerra. Una cuarta parte de las bombas arrojadas por los estadounidenses sobre Laos en los años setenta cayeron aquí. En total, medio millón de toneladas, a razón de 300 kilos por habitante.

Wat Phu y la meseta Bolaven
Si se dispone de tiempo, una escapada al sur permite descubrir dos pequeños tesoros de Laos. Wat Phu son las ruinas de la cultura jemer mejor conservadas fuera de Angkor (Camboya); si bien carecen de la grandiosidad de éstas, producen la misma sensación de encontrarse dentro de una película de Indiana Jones. En las inmensas plantaciones de la meseta Bolaven se produce uno de los mejores cafés del mundo. Es un lugar muy agradable, donde se mezclan distintos grupos étnicos, y que se puede recorrer en excursiones en elefante desde el pueblo de Tat Lo.
El país del millón de elefantes o el reino de las sombrillas blancas es tan antiguo y pequeño como armonioso y aislado por su naturaleza de abruptas montañas y junglas. Laos, el más enigmático y desconocido de los tres Estados que forman Indochina, ha encontrado finalmente la paz después de 300 años de guerras. Es un país que despierta, aprisionado entre Tailandia y Camboya, sin acceso al mar. Hasta hace poco ha sido uno de los trozos más olvidados de Asia. Las ciudades no son abigarradas, todo lo contrario: sobra espacio, y sus habitantes dan la impresión de hallarse en perpetua holganza.

Exceptuando Vientiane y Luang Prabang, las provincias restantes se consideran áreas problemáticas. El riesgo de viajar por carretera incluye a los rebeldes hmong y a bandidos, la mayoría de los cuales pertenecen al desmantelado ejército del general Van Pao's o a la banda de Chao Fa. El Gobierno no permite que la prensa informe de los ataques, así que no hay datos para saber cuánta gente ha caído. Así las cosas, nos decidimos a viajar en avión. Lao Aviation funciona de maravilla; en pocos lugares nos hubieran recogido a mi amiga Ana y a mí a pie de escalerilla al llegar a Vientiane, para que no perdiésemos el vuelo a Bangkok (sólo teníamos 10 minutos y ya nos habíamos resignado a perderlo).

'La bella durmiente del bosque', como bautizó Manu Leguineche a Luang Prabang, ofrece un encanto al que pocos lugares en Asia se le pueden comparar. Como dice una amiga muy acertadamente, 'Luang Prabang es, en nuestro siglo de las ciencias exactas, de los beneficios rápidos y de la victoria del dinero, el refugio de los últimos soñadores, de los últimos románticos y de los últimos trovadores'. Doy fe. En pocos lugares del mundo te puedes alojar en el hotel de una princesa: el Villa Santi, regentado por la princesa Manilai y su esposo.

En Laos hay una serie de imprescindibles. Una ventanilla en el avión para admirar la llegada a Luang Prabang. El templo de Wat Xieng Tong. Masaje y sauna de hierbas tradicionales. Circuito a pie por Luang Prabang, declarada por la Unesco patrimonio de la humanidad. El increíble sonido de tambores y timbales que de 16.00 a 16.30 tocan los monjes en la torre del tambor. Cataratas de Kuangsi y las tribus a orillas del Mekong. Cuevas de Pak Ou, llenas de todos los estilos y tamaños. Budda Park. Mercado de la plata. La enigmática Llanura de las Jarras, el mayor yacimiento arqueológico del siglo V, pero también una zona sembrada de minas antipersona.

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Llegada a Macao e Natal

La terminal de Macao igualmente moderna con una gran cúpula de cristal que distribuye las distintas áreas en tres niveles, todos los carteles e información están escritos en portugués y en chino. En uno de los laterales del gran hall de la planta baja, leo en una placa que la terminal marítima “foi inaugurada polo Excelentísimo Sr. Presidente da República Portuguesa Dom Mario Soares no ano 1993“.
La luz que entra por la gran cúpula de cristal lo inunda todo, el ajetreo de los pasajeros y la familiaridad que me produce el ver todo escrito en portugués me anima a lanzarme a la calle aunque previamente debo pasar por la casa de cambio para deshacerme de los dólares hongkoneses y cambiar euros a patacas de Macao (si, patacas). La pataca de Macao se divide en 100 avos y se deben gastar in situ porque no se aceptan fuera de la región administrativa especial.
Macao mantiene este status administrativo desde 1999, año en que fue devuelto a China después de 400 años de ocupación portuguesa y mantendrá este status durante los próximos 50 años en que volverá al regazo de la madre patria. Todo sigue casi igual por el elevado grado de autonomía que disfruta, aunque interior, defensa y asuntos exteriores son de competencia exclusiva de China. En la práctica la invasión demográfica y económica China deja los acuerdos en algo simbólico.
Salgo de la terminal y cojo el bus al centro, tienes que pagar el importe exacto de lo contrario lo que sobre se lo lleva la empresa. La impresión de la ciudad desde el bus es de espacio, de limpieza y de un cierto aire de ciudad de vacaciones, el bus me deja en pleno centro en la avenida de Almeida Ribeiro, la sensación en el centro de Macao es de un pueblo en el que se ha parado el tiempo.
Conseguir habitación se pone complicado, voy por el tercer hotel y no hay sitio. Los precios se han triplicado y en la cuarta intentona consigo habitación en el hotel central por una noche, las siguientes están ocupadas. La habitación es un ejemplo de la decadencia de un glorioso pasado que ya nunca volverá a ser igual, la moqueta quemada por las colillas de los cigarrillos, la tapa de la cisterna es una tabla de madera bastante más grande que la superficie que tendría que tapar, la puerta del armario está desencajada, etc. Aún así, estoy encantado por haber
encontrado algo donde dormir y deshacerme de la mochila.
Ya ligero de equipaje prosigo la busqueda de hotel para los próximos días, todo ocupado. Me salgo de las calles principales con la esperanza de encontrar algo en la maraña de callejuelas del casco antiguo. Una placa me recuerda que estoy en la “Rua da Felicidade” , casitas de dos plantas de estilo cantones a un lado y otro, con sus balcones de contraventanas rojas y que guardan tal homogeneidad que por momentos me transporta a la China que había visto en mi infancia en las películas.
Casi al final de la rua da Felicidade un cartel del hostal Tiang You me devuelve a la realidad para recordarme que sigo buscando refugio para los siguientes días. Entro y subo las crujientes escaleras de madera forradas de una especie de hule reforzado, ya en la primera planta un comité de señoritas (adolescentes en su mayoría, o eso a mi me parece) me reciben con toda clase de proposiciones ( o eso creo) en chino, una de ellas en un inglés excelente vomita un “let´s go for a fuck” (vamos a echar un polvo), debía de ser lo único que sabía porque lo repitió varias veces como un loro. Ante tal avalancha enfilo hacia la recepción preguntando por
habitación para hospedarme, a partir de ese momento el acoso cesa de inmediato, uh! Que alivio. La señora de la recepción me acompaña a la segunda planta y me enseña la habitación. Las paredes son de chapa de madera, la pared que da al pasillo tiene en su parte superior una ventana apaisada sin cristales para facilitar la ventilación. Los 6 metros cuadrados incluyen cama de matrimonio, lavabo, espejo, mesa, silla y unas cuanta perchas colgadas de unos clavos en la pared. No hay otra opción, me la quedo.
Bajando para la 1ª planta y sin acoso alguno veo como los cliente esperan su vez, son chinos mayores, algunos casi ancianos que al cruzarse con mi mirada responden con una sonrisa de complicidad. La planta de abajo está dedicada al alquiler por horas, bueno o por minutos según las necesidades del cliente.
Con la tranquilidad de saber que tengo resuelto el alojamiento, me lanzo a descubrir el Macao Monumental que es centro histórico más antiguo, más extenso y mejor conservado en China tanto de arquitectura oriental como occidental, que por algo ha sido declarado patrimonio de la humanidad.
Dejo atrás la rua da Felicidade que más tarde me enteraría que en tiempos fue parte del barrio de las prostitutas y del que yo tengo el honor de presenciar los últimos vestigios vivientes. Empiezo el recorrido arquitectónico do Portugal de ultramar por la plaza principal “O Leal Senado” presidido por el antiguo ayuntamiento hoy instituto para os assuntos municipáis, al otro lado o predio de correios e telégrafos e contiguo a este “ A santa casa da misericordia” todos ellos, edificios de gran porte y de inconfundible estilo portugués, la plaza presidida por una gran fuente y enlosado con los tradicionales mosaicos portugueses blancos
y negros me transportan a estampas portuguesas de la metrópoli.
Emocionado y arropado por aquel paisaje urbano tan familiar, sigo por rua de Santo Domingos, rua da Sé y me encuentro con la catedral, muy bien conservada, impoluta y preparada para tan significadas fiestas, as de Natal. Miro el horario de misas y la de hoy, a missa de Galo, será en portugués y cantonés.
Continuo por la plaza de la compañía de Jesús rodeada de edificios de estilo neoclásico, dejo atrás las ruinas de San Pablo y subo las larga escalinata que me lleva al monte Fortaleza, bordeo la muralla disfrutando de las vistas hasta donde los edificios del nuevo Macao me lo permiten. Al cruzar una de las puertas de acceso a la fortaleza leo en una lápida:
ALTO! SENTIDO!
RECORDA POR UNS INSTANTES
A HISTORIA LINDA DA NOSSA PATRIA.
ENTRA ALTIVO E DE CABEÇA ERGUIDA PORQUE ES SOLDADO DESSA PATRIA.
Desde luego estos portugueses son unos fenómenos, en humildes cascarones por embarcación, hace más de 400 años, bordearon África pasando por el cabo de Buena Esperanza, remontaron otra vez África por el este, saltaron a Goa y desde allí a Macao. Toda mi respeto y admiración para tantos portugueses ilustres que con su valentía y sabiduría llevaron a Portugal a todos los campos de la navegación, la ciencia y las letras, vienen a mi mente portugueses ilustres como Vasco de Gama, Camoes, Figo, Saramago,(que delantera!). Pena de nao ter unha garrafa de vinho verde, porque hoje estou doente de saudade cómo para me embriagar.
Bajo de la fortaleza plenamente consciente de la gesta histórica que supuso en su momento el establecimiento de Macao como colonia portuguesa.
De camino a la plaza principal (Leal Senado) me paro en los jardines de Camoes (soy el único turista) donde me pierdo observando como los naturales de Macao disfrutan del parque (todos de rasgos orientales); una anciana es curada de las piernas por un curandero que va colocando vasos al vacio, un grupo de jubilados toca instrumentos chinos mientra otros les escuchan, otra parte de parque está tomada por corrillos de espectadores que presencian una partida de una especie de ajedrez chino, en otra parte unas mujeres ya mayores juegan al badminton. El parque tiene infinidad de recovecos, en uno la estatua del primer cura católico oriental que introdujo el cristianismo en Corea, en otro la efigie de Camoes (por
supuesto), en otro recoveco muy escondido varias timbas de poker en pleno suelo, en otro unas ancianas haciendo taichi.
Ya enfrente de la Santa casa da Misericordia y debajo de las arcadas que rodean la plaza me tomo del tirón dois pasteis de nata mientras observo como tanto la plaza como el centro histórico está tomado por cientos y cientos de turistas que según me informó la camarera proceden por este orden de: China continental (la mayoría), Hong Kong y Singapur. Se les ve con dinero, sobrados de cámaras, buena ropa y se lo comen y compran todo. Pensándolo bien, que pasaría si al otro lado de la frontera portuguesa tuviéramos un enclave auténticamente chino? No sería toda una experiencia el visitarlo? Y si además fuéramos nuevos ricos?
Coño! Acabo de encontrarme una piedra en uno de los pastelitos de nata, indago con cuidado y para mi sorpresa es un empaste, vaya faena! Hubiese preferido que fuese del pastelero. Prefiero no pensar en ello. Me voy para el hotel central a tomarme un descanso que a la noche tengo misa de gallo.
Llego 10 minutos antes de las 12 y la catedral ya está a tope. Los feligreses de rasgos orientales son mayoría y los escasos occidentales no creo que pasen del 3%. Por la vestimenta parecen de clase media y entre los occidentales los viejos son mayoría. Entra el coro en el altar compuesto por unas 20 personas todas uniformadas con unos batines blancos y unos fulares azul bandera gallega. Me siento cómodo, conozco el ritual y hasta por momentos tengo un sentimiento de pertenencia al grupo, no cabe duda que tengo más afinidad con los que están dentro que con la marabunta que hay fuera celebrando una fiesta occidental-comercial llamada navidad.
Un estremecedor comienzo de ceremonia irrumpe en la catedral a través de órgano que suena a gloria, a ello se suma el coro, bocanadas de incienso lo inundan todo sin saber de donde viene, por la puerta principal entra la comitiva que abre media docena de monaguillos (monísimos) con sus uniformes en tonos blancos y rojos, los crucifijos, el botafumeiro de incienso, detrás de la nube sagrada le siguen otra media docena de curas de los cuales dos son occidentales y finalmente el excelentísimo Sr. Diamantino Wang, obispo de la diócesis de Macao que oficiará la santa misa. Espectacular! De allí al cielo solo hay una parada de metro.
La misa se celebra en cantonés y portugués y a medida que se va desarrollando, yo voy perdiendo fuelle y ausente de la ceremonia voy fijándome en otros detalles tanto de la catedral como de los feligreses.
Pero no soy el único, fora escoito as crianças dos feligreses a brincar e rir a gargalhadas. Como todos los años la misa es retransmitida en directo por la
radiotelevisión de Macao con tres cámaras apostadas en lugares estratégicos, por cierto uno de los cámaras no para de mascar chicle. Me tomo un respiro y salgo para afuera, donde entablo conversación con dos hermanas gemelas (no monjas) que viven en Porto y que tienen 24 años, estudian medicina y han pasado un año de Erasmus en Salamanca. Son originarias de Macao y se fueron para Portugal en el 99 cuando Macao paso a China. Es la primera vez que vienen desde que se fueron y lo que más le llama la atención es la invasión de chinos y la estampida de portugueses posterior a la firma del acuerdo. Aún así su nostalgia no puede con una
alegría natural que invade sus caras, sobre todo al contar lo bien que se lo pasaron en Salamanca. Su madre aún guarda algo de esa alegría transmitida a sus hijas, su padre sin embargo, muestra una faz de seria y contenida decepción, enjuto, de tez oscura y con unas enormes ojeras, enciende un cigarro mientras mira ausente la plaza de la catedral.
El final de misa es un encuentro a la puerta de la catedral de viejos y ancianos nostálgicos descendientes de portugueses, ya mayores, incapaces de cambiar el rumbo de sus vidas y resignados a lo que el tiempo les depara. Se saludan con cariño, se desean feliz natal y se marchan cada uno por su lado para diluirse entre las hornadas de chinos recién llegados.
Con una tristeza contagiada por lo que veo, encamino hacia el hotel mientras me voy encontrando con pandillas de niños bien chinos disfrazados de Papa Noel que continúan la celebración en los alrededores de la iglesia de Santo Domingo y aledaños da rua de Mercadores. Aparte de lo gastronómico y lo histórico-cultural, Macao es conocido por sus casinos y lo será mucho más en el futuro. Ahora mismo, los casinos y el torrente de dólares que vierten en la ciudad son la savia de Macao,
está llamado a ser las Vegas de Oriente. A los chinos les encanta el juego pero está prohibido, así que están esperando 1300 millones al otro lado de la frontera para venir a Macao a probar suerte. Dedico parte del día a visitar algunos casinos, destaca el Gran Lisboa en la parte más próxima al casco antiguo, neón, gran cúpula central que da cabida a 5 plantas dedicadas al juego, inmensas lámparas de cristal, más humo en la plantas superiores, inmensas puertas de entrada y diminutas puertas de salida, mesas y más mesas de juego, corrillos alrededor de las mesas, jugadores con los 5 sentidos puestos en la partida.
Nuevos casinos en construcción en los terrenos ganados al mar, el Venecian, el Pharaoh´s Palace Casino, etc, etc. La mayoría son de capital mixto Chino-Americano. Los americanos ponen la experiencia de las Vegas y los Chinos el terreno y los clientes.
Hoy ha amanecido lloviendo y así continua durante todo el día, las calles se han limpiado de turistas y lo único que puedo hacer y me apetece es quedarme en la habitación, leo la guía para ir preparando el salto a Yangoon, salgo un par de veces para comer algo (sigue lloviendo) y escribo lo que ahora estás leyendo. El día transcurre placidamente y la paz del hostal Tiang You se ve interrumpida por una multitudinaria discusión de las chicas de la planta baja, es como si de repente entrase un zorro en el gallinero.

Es hora de ir recogiendo, de desearte un feliz y prospero año nuevo y despedirse hasta el siguiente capitulo

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Aterrizaje en Hong Kong

Vaya semanita de sobresaltos!
Todo empieza en Doha (Qatar) con la perdida del vuelo que me llevaría a
Hong Kong. Fallo mío por ponerme a la cola de pasajeros en tránsito y no
pelearlo para apurar el embarque, cuando llegó mi turno el avión ya había
salido y era el único pasajero en tierra del vuelo de Madrid.
Veinticuatro horas de espera sin salir del aeropuerto dormitando de sillón
en sillón y acudiendo a la oficina de la compañía aérea cada 6 horas para
recoger el correspondiente vale comida. Me recordó las colas de la cocina
económica de Santiago, donde por cierto los miércoles ponen unos callos
cojonudos. Como indigente temporal tuve la oportunidad de conocer el
aeropuerto al dedillo con todas las triquiñuelas necesarias para hacer la
estancia lo más placentera posible dentro de las estrecheces a que me
obligó la situación.

En el aeropuerto de Hong Kong me espera Justine que me acompaña a la celda
pensión de 4 metros cuadrados en un bloque de 16 pisos con 12 mini
apartamentos por planta.
Hong Kong con una extensión aproximada a la península do Morrazo tiene una
población de 8 millones de habitantes que viven en minúsculos apartamentos
jaula. Con semejante densidad de población es normal que la ciudad crezca
para arriba y los edificios se suceden uno tras otro.
La calle es un hervidero de gente y a la hora de la salida del trabajo
todo es esquivar peatones, regatear cochecitos de bebes o seguir
pacientemente la estela de otros peatones.
Los hongkoneses trabajan como chinos (lo son) una media de 10 horas
diarias y 6 días a la semana pero con el consuelo de saber que tienen una
semana de vacaciones al año. Con tan poco tiempo libre y ningún sitio a
donde ir, vuelcan sus energías en el poco tiempo libre que les queda en
comprar, son unos consumistas patológicos y en las tiendas de marcas de
renombre hay colas esperando para entrar; Prada (del bierzo?), Dolce Cabada (debe ser
galego?, por el apellido), etc. Un guarda a la puerta va dando entrada
según van saliendo otros clientes.
El transporte es barato y muy bueno, el metro es de lo mejor que he visto
y en el uso de tecnologías son unos expertos, aquí el que no corre vuela
en un simulador informático.
Todo es prisa, restaurantes y puestos callejeros de comida por todas
partes, tiendas y más tiendas, neón, publicidad, anuncios por todas
partes,….siento que el garito donde vivo está situado en alguna de las
plantas del Corte Inglés.
El día siguiente a mi llegada empiezo la jornada solicitando el visado en
el consulado de Birmania, me piden que les demuestre documentalmente que
soy profesor (me pregunto si no les vale con la pinta), menos mal que una
semana antes me había hecho el carnet y solucioné al momento. Me
sorprendió que me dijeran que en 5 horas podía venir a buscarlo, la última
vez en Vientiam habían sido 3 días. Aún así, hay un detalle en la
solicitud del visado que me llama la atención, debo firmar un apartado
donde se me advierte de que queda prohibida toda interferencia en los
asuntos de política interna del país y aquellos que así lo hiciesen están
sujetos a lo que dispongan las leyes al respecto.


Desde el consulado, maqueado y disfrazado de investigador me voy a visitar
a la jefa del departamento de español de la universidad de Hong Kong.
El departamento de lenguas extranjeras está en el 6º piso de un edificio
situado en lo alto de una colina. Rocio, una mujer enérgica y resuelta
propone almorzar en el comedor de profesores en la última planta desde
donde se divisa la ciudad a nuestros pies, la bahía, el puerto, los
puentes que unen la isla con Kowloon (la península), los viejos edificios
desconchados parapetados tras el resplandor de los rascacielos de corte
manhataniano, ……….
Me cuenta que lleva aquí desde el 92, año en el que impartió un curso de
iniciación al español y como progresivamente fue aumentando el número de
alumnos hasta convertirse en una filología, saliendo la primera promoción
el año pasado. La conversación continua entre nostalgias, comparaciones
con España, temas familiares,…. Pero a mi cada vez me cuesta más seguirla
porque me esta dando una bajada brutal como consecuencia del Jet lag. Le
agradezco su colaboración y sabios consejos sobre el trabajo de campo que
habíamos previsto y que por fortuna lo paramos a tiempo ante la infinidad
de trabas administrativas que hubiéramos tenido que sortear. Propongo dar
por terminada la sobremesa porque el sueño me está matando y me cuesta
seguir la conversación, a lo que acepta y creo que gustosamente porque
aquello ya no daba para más.
Recojo el visado, me pierdo por la ciudad, cruzo la bahía para contemplar
la tan manida imagen de los rascacielos al atardecer, es la típica y
archiconocida postal de Hong Kong. Los turistas invaden el paseo marítimo
y las maquinas de fotos no paran, son chinos y muy típicos turistas. Yo
sin la cámara y lo peor de todo es que me da igual. Con la noche los
edificios se visten de neón y la ciudad parece más Hong Kong que nunca.
Agotado y morriñento por tener un techo donde cobijarme, enfilo para la
habitación-nicho, antes de subir, me como unos nodles fritos con pollo en
un puesto callejero al lado del portal de la pensión. Vivo en la quinta
planta aunque antes paso por la planta 7 para preguntar si los de la
aerolínea han traido mi mochila, así es, me lo confirma Jacky Chang que es
como se llama el dueño, un chaval joven que no se separa del ordenata en
ningún momento, que no es amable pero tampoco ingrato pero si muy
eficiente. Le pregunto si me puede reservar habitación en Macao y me dice
que ellos no tienen la posibilidad de hacerlo, pero que debo reservar lo
antes posible ya que es temporada alta y puedo tener dificultades para
encontrar habitación.
Como no podía ser de otra manera, la habitación tiene tv y viendo uno de
los dos canales en inglés de la TV de Hong Kong me quedo anestesiado
durante 12 horas que pasan en un abrir y cerrar de ojos (nunca mejor
dicho).
En vista del panorama presentado por Jacky Chan, recojo mi escaso
equipaje y me dirijo a la estación de ferry, bien organizada y super
moderna hasta el punto de que las escaleras mecánicas llegan hasta el
mismo barco . La travesía no dura más de una hora y la salida del puerto
es espectacular, rascacielos a una orilla y otra, barcos que van y vienen,
el hidrofoil despega con cada pasajero en su asiento asignado y el
cinturón de seguridad obligatoriamente cerrado, en menos de una hora
estamos en Macao.

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Por poner un principio....

de alguna manera habia que empezar....
de momento estais todos invitados a contribuir con vuestras aportaciones, os espero expectante....

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